Aplicará una técnica pionera en el estudio de la esclerosis múltiple con los mayores avances de Europa. Luego, vuelta a casa.
Sólo tiene 33 años pero su currículum deja constancia de que no ha perdido el tiempo. Licenciado en Psicología, da clases en la Facultad y participa en un grupo de Investigación en el Virgen Macarena. Y no ahí no queda la cosa. A Javier González Rosa, natural de Arcos de la Frontera, también le avalan numerosos artículos publicados en revistas internacionales y ahora ha recibido la prestigiosa beca europea Marie Curie para investigar en el extranjero. Va “a estudiar cómo funciona el cerebro de las personas que sufren esclerosis múltiple”, aclara este joven investigador, una enfermedad sufrida por una buena parte de la sociedad: “Cada vez comienza antes esta enfermedad, se sufre durante muchos años y aún no hay cura, sólo existen fármacos para frenar sus efectos que consisten en una reducción en la velocidad de los transmisores nerviosos”. La investigación de Javier dará un paso más en la lucha contra esta enfermedad. Y ello lo hará en el centro con mayor proyección internacional en este ámbito: el Instituto Científico del Hospital de San Rafael de MIlán.
La investigación que desarrollará durante tres años complementa a la línea que él ya comenzó aquí en Sevilla: la de los Potenciales Evocados Cognitivos. En Milán unirán ésta con la resonancia magnética funcional. En el primero de ellos, a través de un gorro con electrodos, se analiza la velocidad de la actividad cerebral mientras el paciente realiza unas pruebas de inteligencia; y en el segundo, se realiza una resonancia magnética que permite ver qué parcelas cerebrales se activa. Todo ello en una misma prueba: ”En media hora tenemos a qué velocidad funcionan las conexiones cerebrales y dónde fallan”, explica el científico. Ambas técnicas no invasivas nunca se había aplicado al mismo tiempo y tampoco se habían usado para saber cómo funcionan la mente de estos enfermos. Los resultados que obtengan los compararán con los resultados de personas sanas e identificarán dónde fallan. A partir de ahí se podrán diseñar los tratamientos adecuados.
Aunque domina el inglés ahora su asignatura pendiente es el italiano: “Me entiendo con mis disrectores de proyecto pero no con mi casero”, bromea el joven investigador. Cuando termine su estancia esto estará superado, y aunque su beca no le obliga a volver a un centro español a aplicar lo aprendido, él confía que así sea: “Quiero volver a mi tierra a consolidar mi carrera”.
Fuente: elcorreodeandalucia.es