Esta toxina, que durante los ochenta y noventa fue la estrella de los tratamientos estéticos, tiene hoy por hoy múltiples aplicaciones terapéuticas, principalmente dirigidas a eliminar trastornos del movimiento como las distonías (parálisis o rigideces musculares).
Cada vez son más las aplicaciones que se dan a esta toxina que elimina muchos tipos de temblor, como los generados por la enfermedad de Parkinson, y que mejora sensiblemente la calidad de los pacientes con parálisis cerebrales, esclerosis múltiple, trastornos de deglución, patologías urológicas y tartamudeos.
Los múltiples usos de esta toxina se recogen en «Toxina Botulínica. Aplicaciones terapéuticas en el siglo XXI», un libro presentado hoy en rueda de prensa por sus autores: Luis Javier López del Val, médico adjunto del Servicio de Neurología del hospital universitario Lozano Blesa de Zaragoza, y Alfonso Castro García, jefe de Neurología del Hospital Clínico de Santiago de Compostela.
Esta toxina, fabricada por el germen causante del botulismo (una enfermedad que se contrae al ingerir conservas en mal estado y que provoca la parálisis muscular y muerte por asfixia), se cultiva en los laboratorios donde se separa en siete subtipos diferentes que tienen el poder paralizante de la toxina pero sin la toxicidad del producto inicial.
Dos de los subtipos obtenidos en laboratorio, el A y el B se comercializan como fármacos y se inoculan en los músculos del paciente «que queda sano y sin secuelas», explica López del Val.
Hoy por hoy, las bondades de esta sustancia son tales que la toxina botulínica es considerada «un fármaco capaz de hacer muchísimo bien al paciente sin hacerle ningún daño», ya que los únicos efectos secundarios que tiene se derivan de una mala aplicación del mismo, ha precisado.
Según López del Val, no se han observado grandes problemas en el uso prolongado de esta toxina, salvo cierta resistencia en algunos casos, en los que el organismo del paciente genera anticuerpos que eliminan la eficacia de la toxina, algo que, no obstante, puede desaparecer si se deja de aplicar este fármaco durante un tiempo.
Salvo los casos de mala aplicación (dosis excesivas o demasiado frecuentes), «esta toxina, bien utilizada por un experto, puede ser un tratamiento muy eficaz y seguro que además ofrece una calidad de vida muy importante a los enfermos que la reciben», destaca López.
El libro, editado por Elsevier Masson, será distribuido entre neurólogos y otros especialistas médicos, aunque también estará a la venta en librerías.
Fuente: adn.es